Cumplieron su primera década como actrices, y sus nombres tienen peso propio en el mundo artístico. Tras protagonizar Tres deseos, una película sobre los conflictos de pareja, la rubia y la morocha se animan a desentrañar su propio universo matrimonial, que comparten respectivamente con Andrés Calamaro y Nicolás Repetto. Confesiones de mujeres de treinta y pico…
Como si se tratara de un juego de diferencias, la rubia y la morocha. Julieta Cardinali y Florencia Raggi, respectivamente. Una –Julieta, 32 años, en pareja con Andrés Calamaro, quien la convirtió en mamá de Charo, de dos y medio– combina su discurso apurado con una sonrisa suelta y movimientos juveniles. La otra –Florencia, 37 años, casada con Nicolás Repetto, madre de Renata y Francisco, de 11 y 9– es dueña de una impronta avasallante, una sonrisa quieta y un caminar elegante. Juntas acaban de presentar Tres deseos, la película dirigida por Marcelo Trotta y Vivián Imar, donde comparten elenco con Antonio Birabent. El film, rodado en Colonia, Uruguay, fusiona una excelente fotografía con una historia densa, que indaga sobre los conflictos de una pareja. Esa temática lanza la entrevista, pero, curiosamente, las asimetrías entre ellas continúan. Raggi se presta al diálogo motivada, y permite desentrañar su propia intimidad. Cardinali es casi la otra cara: difícil de descifrar, es hábil en el zigzagueo a la hora de hablar de sí misma. Así, se abre paso a una charla entre mujeres, cien por ciento femenina.

–Hay una frase que marca el pulso de la película, cuando los protagonistas se preguntan si son felices. ¿En sus vidas ese planteo está presente, o viven sin mucho análisis?
Raggi: Sí, yo me pregunto muchísimo si soy feliz. Creo que es sano y construye. Es mejor desenmarañar. Si no, uno vive distrayéndose, nada más. Yo no soy todo el tiempo feliz, pero estoy atenta buscando mi felicidad.
Cardinali: Yo también. Hago mucha revisión y terapia, que es el lugar ideal para ese planteo. No me parece que la felicidad sea un sentimiento constante. Lo que te puedo contestar es que hoy siento que estoy donde debo estar.

–¿Qué cosas las hacen más felices?
Raggi: No lo podría fragmentar... Me parece que lo que me hace más feliz es estar contenta conmigo misma. Y a partir de ahí puedo estar feliz en el trabajo y con mi familia. Te digo más: aunque no me imagino la vida sin mis hijos, yo no podría decir nunca que mi vida son mis hijos. Lo más importante es estar bien con uno, porque si no estoy bien conmigo, tampoco voy a poder disfrutar de mi maternidad.
Cardinali: A mí, por supuesto que ser madre me generó una felicidad inmensa, me cambió la vida, algunas cosas para bien y otras para mal. Yo trato de estar atenta a mi círculo, a crear mi manera de vivir.

–La película pone el acento en el matrimonio y cómo, a veces, puede invadir el hastío en la relación con el otro. ¿Ustedes de qué manera le escapan al aburrimiento?
Cardinali: No sé... no creo en fórmulas. En mi vida funcionan los sentimientos, el hacer. Pensar en claves me parece berreta, porque si no, todas las parejas serían exitosas, y la realidad nos muestra lo contrario.
Raggi: Para mí, tiene mucho que ver si con mi marido nos cuesta más esfuerzo estar juntos que separados. Esa es mi guía. Con Nicolás no estamos siempre bien, y todo el tiempo hay situaciones por superar, pero todas esas veces pesa más el entusiasmo que el cansancio.

–¿Creen en un amor para toda la vida?
Raggi: Me parece que no es sencillo encontrar a una persona que ames y que te permita seguir creciendo, y siendo vos tras el paso del tiempo. Tener una relación copada de verdad. Muchas veces dejás de ser vos misma para seguir al otro. Con Nicolás trabajamos todos los días para lograrlo... Pero hoy por hoy es más simple separarte fácilmente, o llevar relaciones mediocres.
Cardinali: Tal cual. Yo siento que el tema es saber identificar si seguís con alguien porque te volvés a elegir, o por mero acostumbramiento.

–¿Es fácil convivir con ustedes?
Raggi: (Rompe en carcajadas) ¡Es muy divertido vivir conmigo! Soy una persona muy inquieta. Y eso trae sus pro y sus contra. Por suerte, encontré al hombre que le enamoran esos movimientos, y eso nos da una tensión y una atracción interesantes... Aburrido no es.
Cardinali: En mi caso, lo mejor es mi buen humor. Y lo peor, ¡mi mal humor! Si estoy cruzada... ¡soy un infierno! Soy intensa.

–¿Y qué lugar ocupa la admiración en sus relaciones de pareja?
Raggi: Es indispensable. Mi termómetro. Lo que impulsa muchas otras cosas.
Cardinali: A mí también me parece fundamental. Y más allá de lo que haga mi pareja, tiene que ver con ver al otro feliz con sus elecciones.

–Con tanto trabajo, ¿son mamás culposas?
Cardinali: Reeeee. ¡Mi terapeuta me ayuda mucho con eso!
Raggi: Un poco, ja ja. Hay algunas culpas cristianas que me quiero terminar de sacar, pero me encanta la no cotidianidad. Es interesante también para los chicos. En psicología dicen que si los roles están muy estatizados, el grupo no funciona tanto. Entonces, si yo me tengo que ir por las noches, Nicolás está más presente en ese momento. Y después yo retomo ese lugar. Esos movimientos son buenos.
Cardinali: Sí, en mi familia la crianza de mi hija también es completamente compartida.

–Son mujeres de treinta y pico... ¿Cómo viven el paso del tiempo?
Raggi: Tengo muchas amigas de más de cuarenta, y pienso que esa crisis ya la atravesé con bastantes años menos... Yo empecé a trabajar a los diecisiete, era casi lógico. Reconozco que ya no soy una jovencita, porque me cambiaron la cara y el cuerpo, veo el desflorecimiento, pero lo tomo con mucha naturalidad. Esta edad para mí es una oportunidad para hacer un balance sobre mi vida, y sobre cómo me voy a parar de ahora en más. No me deprimo con la imagen, ni voy corriendo a un cirujano.
Cardinali: Yo tengo cero conflicto. Sobre todo porque me sigo sintiendo de quince... ja ja. Me cuido lo normal. Soy pro dermatólogo y cremas, pero nada más. Cuidamos más la cabeza que el cuerpo...

–No le declararon la guerra a la caída de la cola...
Raggi: ¡Exacto! Porque yo, por dentro, me siento igual que siempre. Me gusta verme bien y punto, pero no corro detrás de un cuerpo de quinceañera. ¡Guauuu, sí, pasa el tiempo! Pero lo disfruto más que nunca. Lo mejor que nos puede pasar es tomar conciencia de que las cosas se terminan. Porque es un despertador, te avivás. Ojalá llegue a ser una viejita re feliz.
Cardinali: A mí ni me importa el cuerpo, ¡y no quiero un culo de amígdalas! Me gusta crecer y me veo mejor ahora que a los veinte. Tampoco volvería a tener esa mentalidad: ahora la paso mucho mejor.

–Y como ocurre con Colonia en el film, ¿cuál es su propio lugar mágico en el mundo?
Raggi: El lugar donde más feliz soy es en nuestra casa de Uruguay. Esa inmensidad, esa naturaleza, ese ranchito divino que tenemos, con mucho de soledad y el mar, me da una paz enorme...
Cardinali: Yo no tengo un lugar que me acoja mejor que mi propia casa. Ese espacio que habitamos con música, libros, juego... Prefiero estar con mi familia allí que en cualquier otro lugar del mundo.

Por Mariel Fuentes. Fotos: Santiago Turienzo.
Fuente: Gente

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