Hola, qué tal. Soy la modelo”, se presenta con su sentido del humor inconfundible, Carla Peterson (35). De fondo suena música electrónica y la situación empieza a parecer a un gag de una tira televisiva, sobre todo cuando avisa: “Ojo, no soy sólo una melena bonita”, batiendo su pelo rubio con ambas manos hasta quedar como un león. “Un día voy a tener que ir a la peluquería… Es gracioso cuando escucho que alguna chica quiere hacerse ‘mi color’. Si descubren qué tono es por favor avisen”, confiesa frente al espejo, mientras se maquilla: máscara de pestañas y rubor. Lista. No tiene reparos a la hora de las fotos. Se toma en serio el asunto de ser la protagonista de la nueva campaña de invierno de Vitamina. Un “bonus track” en su exitosa carrera, un mimo a su belleza y popularidad. En persona es tal cual se la ve en la pantalla. Y cae bien, tal vez porque tiene espíritu de amiga cálida y graciosa. El mismo que mostró en Corazón idiota, la obra de teatro que acaba de finalizar junto a Griselda Siciliani, personificando una dupla de chicas con severos problemitas de histeria. “Fijate que las mujeres venían acompañadas de sus maridos y ellos se mataban de risa. Había mucha locura y son cosas con las que si bien no me identifico, sé que tienen que ver con la esencia femenina. Fue divertido”, explica. Pero no todo le divierte, aunque por momentos tenga una risa contagiosa. No quiere que su vida personal entre en escena. Así que cuando se menciona a Mike Amigorena, su pareja, se pone seria y cambia de tema. Tampoco quiere hablar de lo que vivió con su papá (estuvo en grave estado por un accidente cerebrovascular), pero concede: “Está todo bien. Son cosas que pasan, duras. Por suerte no estoy haciendo tele porque te saca mucho tiempo para compartir con la familia”. Enseguida retoma el buen humor y las muecas chistosas, al menos hasta que vuelvan las preguntas íntimas.
¿Cuál es tu balance después de la temporada de teatro? Que trabajar con Griselda (Siciliani) fue un placer, somos muy amigas. Me pregunto cómo será después. En la obra pude mostrarme más. Un escenario te abre la posibilidad de correr, gritar. ¡Te sentís una estrella de rock!
¿Y cómo te sentís siendo modelo? Bárbaro. Que el problema lo tenga el que mire las fotos, ja. Me resulta una manera de seguir presente mientras no hago tele. ¿Si fantaseaba con serlo cuando era chica? Obviamente, y también con ser la Mujer Maravilla. Ahora es una responsabilidad: verme en los carteles es fuerte.
¿Te cuidás más? Sí, a medida que pasa el tiempo intento no recurrir a cosas invasivas, me dan miedo. Trataré de no operarme y para eso voy tres veces al gimnasio, como sano, me pongo cremas, hago mesoterapia. Y lo más importante: recurro a controles médicos todos los años, hay que cuidarse más allá de lo estético.
¿Cuándo volvés a la tele? No sé… todavía falta el Mundial. Cada vez que viene la copa del mundo quedamos congelados.
Mientras tanto te preparás para la campaña de verano. Uf, sí, venía bien el invierno con sus tapaditos… Ojalá que ya que me tengo que poner el bikini la campaña sea en una playa paradisíaca. Veremos cómo llego, y si no… ¡un poco de retoque digital! La tecnología es una aliada, pero me impresiona el Photoshop: me veo y no me reconozco.
Siempre se te ha considerado una chica con mucho glamour. Bueno, tengo mis días. Me gusta la ropa y como me regalan de todo aprovecho para verme bien. Pero igual nunca sé qué ponerme y ando con las etiquetas colgando, porque todo el tiempo estoy estrenando algo.
¿Qué prenda elegís entre todas las demás? Los jeans. Pero no es fácil encontrar unos que te queden perfectos. El tiro corto siempre fue mi karma.
¿Se puede decir que desterraste definitivamente la “joggineta”? Y sí, la he dejado, por ahora. ¡Tengo que mantener una imagen! Cuando empecé en Montaña Rusa, mi personaje era “María la del campo” y me tenía que llevar mi propia ropa.
¿Sentís que hiciste un camino difícil o que tuviste suerte? Fue raro y sorprendente. No tenía idea que te descubrían y te iban llamando. Es cierto que cuando tenés la suerte de que te den oportunidades, hay que aprovecharlas y saber esperar. Fundamentalmente, hay que estar preparada.
¿Cómo describirías tu labor actoral? Como la de una actriz a la que le gusta hacer las cosas bien. Doy todo lo que puedo y me voy haciendo. Siempre tenés que pensar qué tipo de actriz querés ser.
¿Sentís que sos el tipo de actriz que querías? Sí, totalmente. Tal vez logré más de lo que esperaba. Hay cosas que no me propuse y sin embargo sucedieron.
¿Por qué creés que te fue bien? No sé, a lo mejor porque le pongo mucha energía… No puedo decir que sea sólo mérito mío: tuve buenos personajes, producciones impecables. Elegir qué te conviene es una manera de llegar. Si no lo sentís, no es bueno para nadie. ¡En casa dicen se dio porque soy increíble!
¿Qué tipo de fan club es tu familia? Creen que soy la mejor del mundo, que el resto viene después: Carla, Meryl Streep… Van juntando mis “figuritas”, me acompañan desde un perfil bajo. Para ellos todo es un logro y yo soy conciente de que todo lo que soy se lo debo a mis padres. Ellos me abrieron el camino.
¿Los hiciste renegar con tu decisión de ser actriz? ¡Puf! Me la pasaba llorando, amenazándolos con que si no me dejaban actuar me iba a ir de casa. Soy la mayor de tres hermanos, o sea que arrancar así… Ahora los entiendo: hace quince años la actuación parecía algo incierto. Pero cuando empezó a funcionar fueron los primeros en ser felices.
¿El hecho de tener treinta y pico te apura a formar tu propia familia? No siento presiones. Me aburre de sólo pensarlo. Muchas veces se intenta encuadrar todo en una realidad que no es la de uno. Lo importante es disfrutar. Yo no espero nada de nadie, todo depende de los deseos de cada uno: lo que quiere, lo que puede…
¿Y tus deseos para dónde van? No estoy concentrada en algo, sino abierta. Estoy atenta y sé que la mayoría de las cosas no dependen de mí. Si vas aceptando lo que te toca es menos complicado. Hay que disfrutar, aprovechar. Vivir las cosas buenas intensamente y sobre todo valorar el tiempo. Todo pasa cada vez más rápido.
¿Cuáles son tus momentos plenos? Apagar los teléfonos, la computadora, irme lejos… O estar en casa con mi familia, con amigos. Mirar el cielo, que me dé el sol en la cara. ¡Y tener un rato para ver qué me pongo!
¿Ya conviven con Mike? No, vivo sola.
¿Pero siguen juntos? Perdón, pero no me gusta hablar de eso porque después lo leo y digo ‘ay qué feo suena’. Entonces prefiero referirme a mi trabajo, me hace sentir más cómoda. Cuando haga una campaña de yogur con mi marido, pongamos que sea Pancho Ibáñez, entonces sí, ahí charlamos de lo que hacemos juntos.
¿Te resulta complicado compartir fama y pareja? Yo sólo puedo hablar por mi. Me gusta cuidarme. No me molesta contestar, pero creo que al final siempre se cae en el lugar común. Y ya está todo visto, hay cámaras en todos lados. Pero bueno, que se vea lo que se vea, yo no explico. No quiero ser ejemplo de nada. ¡Y no es que me haga la misteriosa!
Digamos que forma parte de tu mundo de diva. ¡Pero claro! Leo guiones, me pasa a buscar un remís, hago producciones de fotos, veo carteles gigantes con mi foto… Si algún día tengo tiempo, voy a tratar de convertirme en una diva (se ríe). Pero creo que ya no llego.
Si tuvieras que hablarte frente al espejo, ¿qué te dirías? Que me gusta lo que veo y lo que se ve de mí. Siento que está bueno lo que construí, estoy contenta con mi vida. Estoy muy agradecida porque yo puse las ganas y la preparación, pero todo lo demás me lo dio la gente. Tengo presente que estos van a ser los mejores años de mi vida: soy joven, tengo familia, me va bien, tengo salud… ¡Y la ropa me queda divina!
¿Cuál es tu balance después de la temporada de teatro? Que trabajar con Griselda (Siciliani) fue un placer, somos muy amigas. Me pregunto cómo será después. En la obra pude mostrarme más. Un escenario te abre la posibilidad de correr, gritar. ¡Te sentís una estrella de rock!
¿Y cómo te sentís siendo modelo? Bárbaro. Que el problema lo tenga el que mire las fotos, ja. Me resulta una manera de seguir presente mientras no hago tele. ¿Si fantaseaba con serlo cuando era chica? Obviamente, y también con ser la Mujer Maravilla. Ahora es una responsabilidad: verme en los carteles es fuerte.
¿Te cuidás más? Sí, a medida que pasa el tiempo intento no recurrir a cosas invasivas, me dan miedo. Trataré de no operarme y para eso voy tres veces al gimnasio, como sano, me pongo cremas, hago mesoterapia. Y lo más importante: recurro a controles médicos todos los años, hay que cuidarse más allá de lo estético.
¿Cuándo volvés a la tele? No sé… todavía falta el Mundial. Cada vez que viene la copa del mundo quedamos congelados.
Mientras tanto te preparás para la campaña de verano. Uf, sí, venía bien el invierno con sus tapaditos… Ojalá que ya que me tengo que poner el bikini la campaña sea en una playa paradisíaca. Veremos cómo llego, y si no… ¡un poco de retoque digital! La tecnología es una aliada, pero me impresiona el Photoshop: me veo y no me reconozco.
Siempre se te ha considerado una chica con mucho glamour. Bueno, tengo mis días. Me gusta la ropa y como me regalan de todo aprovecho para verme bien. Pero igual nunca sé qué ponerme y ando con las etiquetas colgando, porque todo el tiempo estoy estrenando algo.
¿Qué prenda elegís entre todas las demás? Los jeans. Pero no es fácil encontrar unos que te queden perfectos. El tiro corto siempre fue mi karma.
¿Se puede decir que desterraste definitivamente la “joggineta”? Y sí, la he dejado, por ahora. ¡Tengo que mantener una imagen! Cuando empecé en Montaña Rusa, mi personaje era “María la del campo” y me tenía que llevar mi propia ropa.
¿Sentís que hiciste un camino difícil o que tuviste suerte? Fue raro y sorprendente. No tenía idea que te descubrían y te iban llamando. Es cierto que cuando tenés la suerte de que te den oportunidades, hay que aprovecharlas y saber esperar. Fundamentalmente, hay que estar preparada.
¿Cómo describirías tu labor actoral? Como la de una actriz a la que le gusta hacer las cosas bien. Doy todo lo que puedo y me voy haciendo. Siempre tenés que pensar qué tipo de actriz querés ser.
¿Sentís que sos el tipo de actriz que querías? Sí, totalmente. Tal vez logré más de lo que esperaba. Hay cosas que no me propuse y sin embargo sucedieron.
¿Por qué creés que te fue bien? No sé, a lo mejor porque le pongo mucha energía… No puedo decir que sea sólo mérito mío: tuve buenos personajes, producciones impecables. Elegir qué te conviene es una manera de llegar. Si no lo sentís, no es bueno para nadie. ¡En casa dicen se dio porque soy increíble!
¿Qué tipo de fan club es tu familia? Creen que soy la mejor del mundo, que el resto viene después: Carla, Meryl Streep… Van juntando mis “figuritas”, me acompañan desde un perfil bajo. Para ellos todo es un logro y yo soy conciente de que todo lo que soy se lo debo a mis padres. Ellos me abrieron el camino.
¿Los hiciste renegar con tu decisión de ser actriz? ¡Puf! Me la pasaba llorando, amenazándolos con que si no me dejaban actuar me iba a ir de casa. Soy la mayor de tres hermanos, o sea que arrancar así… Ahora los entiendo: hace quince años la actuación parecía algo incierto. Pero cuando empezó a funcionar fueron los primeros en ser felices.
¿El hecho de tener treinta y pico te apura a formar tu propia familia? No siento presiones. Me aburre de sólo pensarlo. Muchas veces se intenta encuadrar todo en una realidad que no es la de uno. Lo importante es disfrutar. Yo no espero nada de nadie, todo depende de los deseos de cada uno: lo que quiere, lo que puede…
¿Y tus deseos para dónde van? No estoy concentrada en algo, sino abierta. Estoy atenta y sé que la mayoría de las cosas no dependen de mí. Si vas aceptando lo que te toca es menos complicado. Hay que disfrutar, aprovechar. Vivir las cosas buenas intensamente y sobre todo valorar el tiempo. Todo pasa cada vez más rápido.
¿Cuáles son tus momentos plenos? Apagar los teléfonos, la computadora, irme lejos… O estar en casa con mi familia, con amigos. Mirar el cielo, que me dé el sol en la cara. ¡Y tener un rato para ver qué me pongo!
¿Ya conviven con Mike? No, vivo sola.
¿Pero siguen juntos? Perdón, pero no me gusta hablar de eso porque después lo leo y digo ‘ay qué feo suena’. Entonces prefiero referirme a mi trabajo, me hace sentir más cómoda. Cuando haga una campaña de yogur con mi marido, pongamos que sea Pancho Ibáñez, entonces sí, ahí charlamos de lo que hacemos juntos.
¿Te resulta complicado compartir fama y pareja? Yo sólo puedo hablar por mi. Me gusta cuidarme. No me molesta contestar, pero creo que al final siempre se cae en el lugar común. Y ya está todo visto, hay cámaras en todos lados. Pero bueno, que se vea lo que se vea, yo no explico. No quiero ser ejemplo de nada. ¡Y no es que me haga la misteriosa!
Digamos que forma parte de tu mundo de diva. ¡Pero claro! Leo guiones, me pasa a buscar un remís, hago producciones de fotos, veo carteles gigantes con mi foto… Si algún día tengo tiempo, voy a tratar de convertirme en una diva (se ríe). Pero creo que ya no llego.
Si tuvieras que hablarte frente al espejo, ¿qué te dirías? Que me gusta lo que veo y lo que se ve de mí. Siento que está bueno lo que construí, estoy contenta con mi vida. Estoy muy agradecida porque yo puse las ganas y la preparación, pero todo lo demás me lo dio la gente. Tengo presente que estos van a ser los mejores años de mi vida: soy joven, tengo familia, me va bien, tengo salud… ¡Y la ropa me queda divina!
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