A los 33 años es una verdadera diosa del deporte. Artífice del título mundial logrado en Rosario el sábado pasado, habiéndose consagrado como la Mejor del torneo, en la primera entrevista como campeona confiesa sus sueños: “Casarme, tener hijos y formar una familia... Claro que antes debo conseguir un novio”. Además, si bien todavía no les dijo “adiós” a Las Leonas, se imagina un futuro como actriz en televisión.
Son las tres de la tarde del nublado lunes 13 en Rosario, y al recorrer las calles todo remite a dos días atrás, al sábado, cuando en el estadio Mundialista, Las Leonas vencieron por tres a uno a Holanda y se consagraron como las mejores del planeta, por segunda vez en los últimos tres Mundiales. La mayor parte de las paredes de la ciudad siguen empapeladas con la imagen de Luciana Paula Aymar –incuestionable hija pródiga–, promocionando una copa que, por todo lo que hoy significa ella en el hockey, es en gran parte un logro de la propia Lucha. Amasado no en cualquier lugar de la Argentina, sino “en el fondo del patio de mi casa”, como se cansó de repetir Aymar después de cada triunfo. “Las Leonas versus lo que venga”, rezan los carteles, que muestran a esta embajadora del deporte argentino dibujada como una heroína de un cómic japonés.

Camiseta celeste y blanca bien apretada al cuerpo y una mirada que mete miedo. El mismo temor que les infundió a sus rivales a lo largo de esta Copa del Mundo. Lucha, en la cancha, fue una verdadera heroína. La responsable máxima de que hoy el hockey argentino tenga la segunda medalla dorada en su historia. La anterior, ganada en Perth 2002, también la obtuvo como Mejor Jugadora del Torneo, en una final –¡oh, casualidad!– con Holanda.

Sin embargo, sentada en la cocina del departamento enclavado en el corazón del Barrio Parque España, esta chica de 33 años parece una leoncita domesticada. Mientras saborea las milanesas que le preparó Nilda, su mamá, juega y se divierte con Avi, uno de sus tres perros. Apenas pasaron 36 horas de la consagración. En el lavadero siguen colgadas las camisetas que usó en este Mundial: “Todavía no caigo. No pudo ni ver los diarios, ni el partido, ni nada. Ayer, domingo, me levanté muy tarde, por los festejos del sábado. Almorcé un asado con mi familia... ¡y me volví a dormir hasta hoy!”, confiesa Luciana, quien ya debe figurar en el Olimpo del deporte nacional, junto a Juan Manuel Fangio, Roberto De Vicenzo, Carlos Monzón, Guillermo Vilas, Diego Maradona y Manu Ginóbili.

Con una sonrisa que difícilmente se le borre por un largo tiempo, todavía conserva la humildad que tenía cuando se levantaba a las cinco de la mañana para irse a la Terminal de Rosario, a tomar el micro que la llevaba hasta el Cenard, en Núñez, a entrenar con la Selección. Trescientos kilómetros de ida y otros tantos de vuelta, simplemente para entrenarse. La única diferencia con respecto a quince años atrás son los seis títulos que obtuvo como Mejor Jugadora del planeta, decenas de podios en Champions Trophys y Juegos Olímpicos y dos campeonatos mundiales. Es que por encima de los seis próceres nombrados hace unas líneas, de Luciana Aymar se puede decir que es la Mejor de la Historia, y nadie, en ningún rincón del planeta, se atrevería a discutirlo. Con ustedes, la Número Uno.

–¿Qué se siente al despertarte campeona del mundo?
–Una felicidad increíble... y merecida. No tengo dudas de que ninguna selección, de ningún deporte argentino, se preparó tanto como lo hicimos nosotras. Por eso siento que éste fue un premio al talento y al esfuerzo.

<–A vos se te dio todo: el título, ser elegida la mejor del torneo, y todo acá, en tu ciudad.
–Deseaba tanto ganar esta Copa acá, con mis familiares, mis amigos y mi gente, que todavía no pude parar de llorar. Nunca en mi vida imaginé que en la puerta del hotel, durante diez días, más de cien personas nos iban a estar esperando para darnos su apoyo. ¡Y las tribunas...! ¡Llenas en todos los partidos!

–Es que vos nos entusiasmabas. Metiste cinco goles y uno de ellos, ante China, hasta fue comparado con el que hizo Maradona en el Mundial de México ’86 contra Inglaterra.
–En la cancha no me di cuenta de lo que había hecho. Es más: ¡ni sabía por dónde había entrado la bocha! Pero cuando llegamos al hotel y mis compañeras me mostraron el video que lo compara con aquella genialidad de Diego, me puse roja de la emoción.

–Finalmente no estuvo Maradona en las tribunas para alentarlas.
–No, iba a venir a la final, pero es tan cabulero que no quiso arriesgarse. Todos los partidos los vio en su casa, y me dijo que de ahí no se iba a mover en la final. Pero te cuento un secreto: una de las cábalas previas a cada partido era el mensajito de aliento que me mandaba desde su celu. ¡Si no llegaban las palabras de Diego, no salíamos a la cancha!

–¿Cuál fue el llamado que más te sorprendió luego de haber ganado la final?
–El de la presidenta Cristina. Se comunicó a través de su secretario privado. Nos saludó y nos dijo que le hubiese gustado estar, pero que justo ese día habían operado a su esposo.

–Tienen algo en común con Cristina Fernández de Kirchner. Ella fue la primera mujer en ser elegida presidenta, y vos, la primera que se metió en una elite del deporte argentino hasta ahora dominada por hombres.
–¡Sí, es verdad! Aunque creo que Paola Suárez también merecería un lugarcito, por haber estado tantos años como la número uno del tenis en dobles.

–Ahora que se terminó el Mundial, ¿cómo sigue tu vida?
–Quiero descansar. Durante estos años fue tanta la presión, que si no hago un stop voy a terminar quemada. Le tengo que dar un descanso al cuerpo, y también a mi cabeza. ¡Por favor, déjenme disfrutar un poco!

–¿Seguís pensando que la final contra Holanda fue tu último partido en la selección?
–Hoy, después de todo lo que viví, no lo sé... Me voy a ir a Buenos Aires para cumplir con varios compromisos que tengo, y después tomaré unas laaargas vacaciones. Tengo ganas de hacer otras cosas.

–¿Como cuáles?
–Volver a hacer un programa en televisión, algo que me gusta y mucho. También quiero estudiar teatro, una deuda pendiente. Ser actriz es un deseo que tengo desde chica, postergado por el hockey.

–Si mañana te llamara Suar y te dijera: “Tengo un papel para vos en una tira”, ¿irías?
–¡Suspendo las vacaciones y voy corriendo! Me veo trabajando en la tele. ¿Por qué no probar como actriz?

–¿De qué otras cosas tenés ganas?
–De casarme, tener hijos, y formar una familia.

–Para eso necesitás un novio.
–¡Es verdad, pequeño detalle! Ya va a llegar.

–El domingo, el Chapa Retegui me aseguró: “Vamos a intentar que Lucha esté en los Juegos de Londres 2012”. ¿Lo ves posible?
–¿No te dije que me quiero casar y tener hijos?

–Bueno, te podés casar y ser mamá dentro de dos años... Además, y no es por meterte presión, pero si te retirás ahora, hay una medalla que no va a estar en tu vitrina: la del oro olímpico.
–...Me estás convenciendo... Y debo confesarte que ahora que ya pasó todo, me produce mucha nostalgia decir que no voy a vestir más la camiseta de la selección.

–El sábado, más de doce mil personas gritaron: “¡Y Lucha no se va/ y Lucha no se va...!”.
–¡Siií! ¡Y se me aflojaron las piernas! El cariño de tanta gente me hace dudar sobre si éste es mi momento de retirarme. El físico me da y por ahí, quién te dice, en cuanto extrañe un poco, agarro mi palo y me junto con las chicas a entrenar de nuevo.

Por Sergio Oviedo. Fotos: Santiago Turienzo y Matías Campaya.
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