Mezcla de chica de barrio y femme fatale, es una de las protagonistas de Valientes, el éxito del año. Está de novia desde hace tres años con un productor de tevé, pero cada uno en su casa. Se vende como buena ama de casa, aunque un poco obsesiva, y quiere ser mamá cuanto antes.

Tiene esa mezcla rara de chica de barrio y mujer fatal. Bien puede robarse las miradas de todos los hombres en una noche de gala, o de jeans y zapatillas empujando el carrito en el supermercado, por qué no. Y ella, María Eugenia Tobal (33; cumple años el 30 de noviembre) lo sabe. “Cuando empecé no quería que lo estético se pusiera delante de la actriz. Con el tiempo empezás a manejarlo y te das cuenta de que las dos cosas pueden convivir. Ayer me reía de las fotos que hicimos: ¡muy perra!”, dice. Eugenia llega a la cita en un break de las grabaciones de Valientes, que calienta la pantalla de El Trece con 35 puntos. El personaje de Eugenia se llama Andy y es la soldadora de un taller mecánico, como si la chica del póster –esa que aparece en todos los talleres– hubiera bajado a la fosa… pero vestida, claro.
Pide un jugo de naranja exprimido, “bien coladito por favor”, apunta, y se quita las gafas para charlar. Cuenta que es una obsesiva del orden y la limpieza. Cree en la influencia de los astros en su vida: “Pienso que uno nace en un momento indicado y los planetas tienen un poder sobre nosotros”.

A esta altura de su carrera –empezó a los 18–, Tobal ya tuvo su protagónico en Telefe, Se dice amor, junto a Juan Darthés, y ahora va por el primero en cine: en febrero comienza a rodar Güelcom, una opera prima del director Yago Blanco. La rueda de su carrera empezó a girar hace unos años y desde entonces no paró…

–¿Cuán fuerte era hace unos años tu vocación? ¿Se habría sostenido si hubieras tenido que pelearla un poco más?
–Ojo que yo la peleo… Lo mío no fue fácil.

–Está bien, pero supongo que la pelea más un actor del under o uno que labura en la calle, a la gorra…
–Puede ser, pero yo la peleo. Además, recorrí todo un camino para llegar adonde estoy. Hice un trabajo de hormiga. Tenía convicción, le puse el pecho y golpeé mil puertas cuando nadie me conocía.

–Entremos un instante en tu casa. ¿Tan obsesiva del orden sos?
–¡Súper! Creo que donde más se nota es en los placares: ordeno todo por prendas y por colores; y en la alfombra… ¡Prohibido comer sobre la alfombra! Cuando tengo gente en casa, ando escoba en mano todo el tiempo. Soy una hincha pelotas…

–¿Tenés claro que ésa es la mejor forma de incomodar a tus invitados?
–Sí, mi hermano me lo dice siempre. El otro día vino a casa con mi sobrinita y yo limpiaba lo que ensuciaba la nena. “¡Pará un poco con la limpieza!”, me tiró. Y eso que yo disimulaba...

–Suena poco glamoroso, pero te imagino con bandana, guantes amarillos y trapo ballerina…
–¡Estuviste en casa! Soy bien de barrio, re ama de casa. Me pongo los guantes y limpio todo de arriba abajo. Es una terapia. El sábado arranco tipo diez, soy mañanera: prendo la radio y empiezo a limpiar. Si se arma algo a la tarde, dejo todas las sillas sobre la mesa y completo cuando vuelvo.

–Pregunta de rigor: ¿esa obsesión complicó alguna convivencia?
–Sí, obvio. Tuve una sola convivencia, muy cortita, y obviamente saltaron todas esas cosas. Imaginate: dos personas comparten un espacio, una es muy hincha bolas y la otra es normal... Se complica... Pero la verdad es que no fue ése el desencadenante de la ruptura. Ahora estoy más tranquila, también porque estoy menos en casa. Cuando trabajás mucho volvés a tu casa y te desplomás.

–¿Hacés terapia?
–Sí, hice terapia durante mucho tiempo, pero ahora estamos en un impasse. No es que me dio el alta, simplemente le dije: “Creo que deberíamos tomarnos un tiempo…”. Es nuestra primera separación y lo extraño. Es el hombre que más me duró…

–¿Y ya te agarró…?
–(Interrumpe) ¿¡El viejazo…!?

–Mejor hablemos de la crisis de los 30…
–No, la edad no es un complejo, no me pegó…

–Permitime un comentario: creo que estás más fuerte a los 33 que a los 20…
–¡Totalmente! Yo me siento cien por ciento mejor. Estoy mucho más buena ahora que a los veinte. La experiencia de todo lo que he vivido me hace sentir mucho mejor, pero también me veo más linda y más segura con mi físico. Y seguramente me voy a sentir mejor a los 40 que ahora.

–Ya te veo en unos años diciendo: “Los treinta de antes son los cuarenta de ahora”…
–Pero en algunos casos es cierto. Mirá lo que es Araceli: ojalá llegue así de espléndida a los 40.

–¿Te harías algún retoque de cirugía?
–Mmm, no me gusta mucho la idea de las operaciones. Por ahora me trato con Lilian Demarchi, una dermatóloga increíble. Estuve astuta, y a los 25 empecé a prevenir. Porque si vas cuando está todo caído, es más difícil.

–¿Me jurás que no te vas a levantar un poquito las lolas después de amamantar…?
–Mirá, eso hablábamos con las chicas hoy, y por ahí en un tiempo lo pensaría. Si quedan muy tremendas, tipo pasa de uva, me haré un toque. Por una cuestión estética y mental, porque uno trabaja con el cuerpo. Por otro lado, estuve haciendo un trabajo solidario con el cáncer de mamas y me da un poco de miedo.

–Dicen que para conocer el futuro de una mujer hay que mirar a su madre. ¿Qué tal está Ofelia, tu mamá?
–Cuando la miro a mamá, que tiene 64 años, está hermosa. Si es por eso, el que se case conmigo va a estar salvado. Por eso me da miedo que, por hacerme un retoque, me cambien los rasgos y la cara.

–Hace tres años que estás en pareja: ¿pensás en convivir?
–La familia está muy presente en mi vida. Pero de esta manera estamos bien con Pablo (Vázquez, productor televisivo). Si en un momento vemos que tenemos la necesidad de vivir juntos, lo haremos.

–Veo que la terapia te hace muy bien: a los 33 años otras mujeres están desesperadas por ser madres…
–No estoy desesperada por ser mamá, pero no me puedo hacer mucho la loca. No creo que me pase más de los 35. Sería lindo quedar embarazada el año que viene. Ojalá siga todo bien, ¡y que tenga con quién!
Fuente: Gente Por Julián Zocchi. Fotos: Santiago Turienzo.

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