Apunto a la profundidad de sus ojos. Sé que ahí conviven en perfecta armonía tres duendes: uno gruñón, uno pícaro y otro guerrero. Me miran desde lejos, sorprendidos. Claro, no están acostumbrados a ser interrumpidos en la tranquilidad de su refugio, ese que tan bien supieron construir. Tranquilos (les digo sin decirles), es el momento de salir a jugar el juego de la fama. ¿Quién sabe? En una de ésas hasta lo pasan bien... Pero a ella, la dueña de esos ojos, le cuesta. Por naturaleza está a la defensiva, alerta. Sin embargo, poco a poco, el duende pícaro va tomando las riendas, se adelanta al gruñón y al guerrero, dejando caer los diferentes velos que la recubren a ella, la misteriosa Leonora Balcarce (30).

–¿Por qué no sabemos casi nada de vos?
–(Sorprendida) ¿No saben nada de mí?

–Muy poco. Incluso en la web hay pocos datos tuyos, aunque trabajás desde los 17 años. Dice que debutaste en la tele con Montaña Rusa y en cine, con Martín H. Cuenta todo lo laboral pero nada más...
–Bueno, se sabe que soy actriz y lo que hice como actriz. Y con eso alcanza.

–Una actriz más vinculada al cine, ¿verdad?
–Sí, pero no por eso soy sólo “actriz de cine”. Soy actriz y punto. Para eso me formé con Julio Chávez. No tengo prejuicios con la tele, depende de los momentos y de los proyectos. Por ejemplo ahora estoy grabando, y muy contenta, una tira (Botineras, para Underground). Aunque si tengo que elegir me quedo con el cine.

–¿Una manera de privilegiar el prestigio a la popularidad?
–Prefiero eso a ser un “flashazo” en un programa, saturar y desaparecer. Eso no te deja nada.

–¿Y por qué creés que desaparecerías? Una tira como Los exitosos Pells consagró a Mike Amigorena, que también viene trabajando desde hace mucho tiempo, y sin embargo no le quitó prestigio, aunque sí le sumó popularidad.
–Es verdad, pero hay casos en que algunos hacen un éxito en televisión y no vuelven a trabajar. Eso es muy duro. En realidad mi vida se dio así: aparecieron las películas, hice una, después otra y fui eligiendo ese camino. Pasa que me encanta el cine. Sé, igual, que se podría haber dado la situación inversa si en la tele me hubieran aparecido proyectos interesantes.

–¿Cómo puede ser que hayas ganado el premio a Mejor Actriz en el Festival de Cine Latinoamericano en Nueva York y el Festival de Cine Digital de Barcelona, por El amor (primera parte), y no nos hayamos enterado?
–¡Ninguno de los dos premios los tengo yo! No pude viajar: estaba trabajando. La película no formaba parte del circuito comercial. Quizá por eso no se supo. Tuvo mucho éxito en el circuito independiente.

–Cualquier otra actriz hubiera aprovechado para hacer prensa.
–No es mi caso. ¿Qué iba a hacer? Llamar: “Che, me gané estos premios. ¿Quieren que hagamos notas?”. No es mi estilo.

–¿Es por timidez? ¿Te hacés la rara? ¿Cuál es la verdad?
–¡No me hago la rara ni a palos! Además, está demodé.

–Evidentemente detrás de tus actitudes algo hay para explicar. ¿Qué es? ¿Miedo, desconfianza, el deseo de preservarte?
–Me da mucho miedo la exagerada exposición. Hasta ahora las notas que hice fueron en revistas de cine para promocionar mi trabajo, algo concreto. Me da vergüenza cuando tengo que hablar de mí. Es raro: no tengo ningún pudor al actuar, pero a la hora de hacer notas me cuesta un montón.

–¿Y qué cosas te dan vergüenza del medio?
–La gente que hace alarde de lo que hace, los que se cuelgan de una situación para sacar rédito, los “monitores” (léase los clásicos figurettis). Sé que a quienes hacen eso les va mejor a nivel económico y tienen más trabajo, pero igual a mí me da vergüenza.

–A toda una camada de chicas de tu generación se las tilda de mostrar una postura demasiado cool, y se las critica por eso. ¿Sentís que formás parte de ese grupo de chicas que sonríen poco?
–(Se ríe a carcajadas) Sí, el otro día leí en Internet que salí como... ¡la más caracúlica! En realidad soy muy tímida, y quizá un poco seca también, más cuando hay cámaras. Pero la gente que me conoce sabe que soy divertida y tengo buen humor.

–Quizás así te sentís protegida...
–Debe ser. Igual, me pregunto por qué genero eso. La gente se pone incómoda, yo lo noto. Varias veces escuché: “¿Y ésta quién se cree que es?”. Y yo no me creo que soy nadie. Al contrario.

–Convengamos que es bastante difícil encontrar una foto tuya riéndote a carcajadas…
–Sí, el otro día una amiga me decía que vaya a los lugares con una sonrisa dibujada, pero me parece tan falso... Prefiero ser auténtica. La gente que yo quiero sabe cómo soy. Eso es lo más importante.

–Cómo sos y de dónde venís, ¿cierto?
–Seguro. Soy hija única y tengo tres medio hermanos. Cuando mis papás se separaron, a mi madre se le ocurrió que nos vayamos a vivir al Palacio Sans Souci, que en ese momento funcionaba como residencia. Después nos mudamos. A los 5 años, jugando, sin querer le prendí fuego a mi cuarto. De ahí nos tuvimos que ir. Mi infancia fue bastante nómada... Si miro atrás, siento que todo me marcó y se relacionó con mi decisión de ser actriz, de vivir vidas distintas.

–¿Con el universo masculino cómo te relacionás?
–Mi universo es mayormente femenino. Casi todas mis amistades son mujeres, y mis amigos varones en su mayoría son gays: maquilladores, peluqueros, bailarines, RRPP... Eso espanta un poco a los hombres.

–Cuando te gusta un chico, ¿cómo se entera? ¡Porque entre la timidez y tu costado gruñón los debés espantar...!
–Le sonrío. De alguna manera me las arreglo, pero no tengo una actitud muy seductora. Igual, me gusta que vengan y encaren, charlar, que se dé natural.

–¿Sexualmente también sos así o te gusta hacer personajes, disfrazarte?
–¡No! Que sea lo más natural posible. Nada de puestas en escena.

–Te imagino descalza, con una margarita en el pelo y un vestidito blanco.
–¡¿Sarah Kay?! Mmm, no tampoco…

–Lo cierto es que con tus propias características, siéndote fiel, terminaste poniéndote de novia durante el verano de 2008 nada menos que con Gustavo Cerati, y con la prensa de testigo.
–Sí, me acuerdo. Pero no me conflictuó, ni nada. Estábamos en Punta, salimos y de pronto ¡nos vimos en todas las revistas!

–Comprensible. Cerati no es el kiosquero de la esquina...
–En el momento ni lo pensé. Después, cuando me vi en las fotos, lo entendí: “Y claro... Es la estrella de rock más grossa de Latinoamérica”.

–Situación que no usaste, al menos mediáticamente...
–Para mí no es un problema. Sé con quién estoy. Aunque a veces leer cosas que no son ciertas me da pena. Igual, me adapto. Yo trabajo desde hace mucho, y por mérito propio. Aprovecharme de una relación, como hacen otras, me daría vergüenza.

–¿Qué cosa no harías ni por todo el oro del mundo?
–Ir a bailar a lo de Tinelli, básicamente porque no sé cantar ni bailar. Además, significa mucha exposición. Ojo que me divierte mirarlo...

–¿A quién te gustaría besar en la ficción?
–(Piensa) A mí me encantaba Gustavo Bermúdez en Celeste siempre Celeste, así que a él. Pero admito que lo más importante es tener química con la persona con quien te toque actuar...

–¿Te gustaría ir al living de Susana?
–No fui, y me gustaría: ella me cae re bien.

–¿Y comer con Mirtha?
–¡Mirtha me da más miedo!

–Okay, última pregunta, Leonora: ¿qué es lo que aprendimos en esta nota de vos?
–Hmmm... Supongo que aprendieron que también soy simpática, que no soy mala onda.


Por Connie Ansaldi. Fotos: Santiago Turienzo.

FUENTE: GENTE

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